1. La cualidad del hombre meramente natural
Una vez, por el deseo de conocer la cualidad de la mente del hombre meramente natural, miré al cielo y rogué este conocimiento al Señor. La razón era que había oído a un hombre natural muy distinguido decir que podía ver, entender y percibir muchas cosas tan racionalmente como aquellos que se llaman espirituales, y por lo tanto ángeles del cielo; y añadió a lo que había dicho: "¿No tiene cada uno una racionalidad semejante? ¿Qué marca la diferencia excepto una opinión frívola?" De repente, cierto satán ascendió de los infiernos. Todos los satanás son meramente naturales y pueden razonar hábilmente, pero a partir de las falacias de los sentidos; por eso ven las falsedades como verdades; porque todas las falsedades derivan su origen de esas falacias. Cuando apareció a la vista, apareció primero con un rostro brillante y vivo, luego con un rostro mortalmente pálido, finalmente con un rostro negro infernal. Le pregunté por qué su rostro sufrió esos cambios. Recibí respuesta del cielo: tales son los estados sucesivos de la mente [mens] de aquellos que son meramente naturales, pues los rostros son tipos de mente [animus]. Lo más íntimo de sus mentes [mens], por ser infernales, está representado por la negrura en el rostro; los intermedios de sus mentes por la palidez de la muerte, porque han falsificado verdades; pero los exteriores, por una blancura viva, porque mientras están en lo exterior, que es mientras están en compañía, pueden pensar, confirmar, comprender y enseñar verdades. Tienen esta capacidad porque la racionalidad es la naturaleza humana misma, pues por ella el hombre es hombre y se distingue de las bestias. Pero la racionalidad con los satanás está sólo en los exteriores, ellos no tienen ninguna en lo interno; porque en lo interno reina la avaricia de adulterar los bienes, y de falsificar las verdades de la iglesia; y esta codicia inunda su racionalidad y eclipsa su luz, y la cubre con espesas tinieblas, de modo que no ven más que falsedades en lugar de verdades.
